al negro le está
negado construir
se oculta en las
hendiduras de la piedra
y bajo las tablas

Negro

La interminable caída de agua
y el milagro de ser completamente negra
el bebé arropado bajo las negras frazadas del futuro
fruto oscuro y negro hasta el hueso
ruidosas pisadas día y noche
y al fin la luz, al fin es
negro que se concentra alrededor de la luz
(negros hombres que se alejan del negro)
negro silencioso
desvanecido
en la luz
en las hendiduras
atrapado en cuatro tablas
porque al negro le está negado construir
se oculta en las hendiduras de la piedra
y bajo las tablas
mas el negro lleva en sí el germen
doblado entre las negras frazadas del futuro.

Negro, silencioso, callado, incesante
el cuerpo pleno de oscuridad
fecundo
aunque impenetrable, con resplandores especiales del alma rayos x se le pueden atravesar.
Negro, se recoge en contra del puesto.
Negro, grietas en las normas, las lúgubres sombras del sur.

Negro se acumula una y otra vez sobre la abrasante herida de su luz
se acumula, discurre en el abandono, abandonado por la luz.
Nosotros, humanos, tallados cada vez más por el fondo negro y la protección del puesto
negro sin tiempo, sin velocidad, contrario a la luz
se desvanece en cuanto es abandonado por ella
algo abandonado está ahí
el negro está ahí.
Negro, madre primigenia

***

Oh, cada uno tiene su
negrura, su participación
en lo inagotable

El negro anhela sucesos.
La luz es malgastada
por el negro, pero
afuera, ante
la puerta abierta.
El negro no penetra, se
traga a su contrincante.

Pero qué es ese negro encubridor que como fuerte corriente de agua arrasa y fluye hacia cualquier hendidura, hacia cualquier hueco que dejara la luz, que se ve como un búfalo dormido en el pantano del que no se sabe si tiene vida

***

Negro de la veloz locomotora
negro bien cortado por el sastre, negro del verdugo

***

Negro, plenitud infinita
luz limitada por el tiempo y la velocidad

***

¿Somos nosotros?
¿Son nuestros pasos?
Puede ser
marchamos con el mismo paso
más allá de nosotros mismos
y a veces hablamos de la oscura suela lo que ni las hormigas hacen

***

Tormenta negra
cuevas de mudez
cuevas llenas de minúsculos animalejos ruidosos
convivir con el negro sobre el blanco
dejando señales
nosotros, artistas del equilibrio entre lo luminoso y lo oscuro
Oh, cada uno tiene su negrura, su participación en lo inagotable
Edipo: oscuridad, ¡tú, mi luz!
El negro nunca se destruye, es y cobija
el negro nos rodea
y de vez en vez la luz nos libera

El inagotable negro, detenido
ante la puerta, se deja atravesar
espera sin conocer el  tiempo,
sólo lo sufre, como el bisonte que
al salir del pantano es estirado y
golpeado en medio de un silbido
estridente

En cada puerta y portal está el
negro

***

La luz señala el lugar
lo que crece necesita su lugar
los animales avanzan tranquilos
entre la luz y la oscuridad

***

La tierra negra, la fértil tierra
el negro no aúlla en las vigas de tu casa
ni abre con fuerza puertas haciéndolas crujir
ni se agita como el agua golpeada por el viento
tampoco chisporrotea como el fuego
es silencioso en la árida casa,
el negro.
Pintar en negro
oscurecer las azules montañas
negro sobre negro
lo pisoteamos
le arrojamos luz
desde el círculo protector hasta el deslumbrante
amarillo de la bomba atómica
¡silbamos, aullamos, desatamos la luz!
No nos referimos a ella, no nos referimos al nacimiento
La puerta del espacio luminoso
se abre hacia la oscuridad, pero el negro permanece ante la puerta.
No fluye como el agua hacia lo abierto. Así no
se mezcla con la luz para tornarse gris,
no oscurece la claridad. Permanece fijo, suspendido
ante la puerta. Su plenitud absolutamente imprevisible
permanece a la espera. El negro anhela sucesos.
La luz es malgastada por el negro, pero
afuera, ante la puerta abierta.
El negro no penetra, se traga a su contrincante.
¿Por qué el negro está antes que la luz? (porque así lo percibimos)
Porque es no actuante. Es precisamente el que espera el suceso
—de la luz— como una premonición de sus propias posibilidades.
Negro, no se puede quitar. Como la luz, no
se puede apagar. Es imperecedero.
Negro: en las cuevas y los pasillos animales sin ojos.
El negro y el dulzor…
el negro es más que la muerte. La gran X carga la muerte y el germen
çel sorprendente dulzor, el dulzor de Dios, por el cual ambos son
parte de lo inagotable, porque desde la creación ésta siempre puede
volver a darse. Ahora el gran negro, a su vez, se ha vuelto inagotable.

***

ciertamente el pie mata
las hormigas y los
pequeños insectos
el pie que se eleva sobre
nosotros
suave, lentamente

Cuando aún era la Nada sin asomo de claridad

***

Un paso hacia la puerta y mi casa ya no existe
estaba haciendo cuentas
me doy vuelta y una muchacha está frente a mí.
No pensaba en muchachas
un paso más y un muerto yace en la calle

XIII
Mi casa y la muchacha desaparecieron
¿tal vez no hablé lo suficiente con ellos?
El muerto es un extranjero que
llegó a nuestra ciudad
para estudiar una gran obra de arte
pero vino a morir
viene de un país que no conoce la guerra
allá reina la convicción de que las casas
duran y las muchachas no desaparecen
antes solía preguntarme por qué no nací en ese país
un paso más allá, hacia el oeste.
Debo conversar con el muerto. No se me debe perder
antes me hubiera gustado nacer
en su afortunado país
sólo un paso y el camión no lo habría
destrozado
suave y ágil
pisa a matar
las hormigas y pequeños insectos
¿qué pie se levanta?
suave y ágil
o lentamente
de modo que podamos ver la suela oscura
y que tengamos tiempo para hablar sobre ella.

Pisa
mata las hormigas
los pequeños insectos
a los hombres
ciertamente el pie mata
las hormigas y los pequeños insectos
el pie que se eleva sobre nosotros
suave, lentamente

¿Sería factible un viaje artístico?
Sobre el cadáver encontraron los papeles.
Tengo que hablar con el muerto
no puedo perderlo.
Quizá logró avanzar un paso más.
¿En verdad erró el objetivo de su viaje?
También tengo que hablar a mi casa y con la muchacha.
¿Por qué no están ahí igual que el muerto?
Y tengo que hacer que me alcance el dinero.
Todo es demasiado. Y, además, siempre un paso aquí y otro allá.

***

Añoro el sonido del reloj
del pueblo al dar la hora;
acercarme a su suave
ritmo, propicio para las
citas y para ir a dormir.

Soy igualmente culpable de tanta muerte.
Vociferemos y riamos en la vela encendida junto a mí
o dejemos que el silencio invada.
De tanto en tanto crepitan las polillas gordas y las pequeñísimas
…que como rayas negras perecen en la vela.
Y perecen también las más grandes
sucede sin que deje de escucharse su crepitar a mi lado, conmigo
puedo, quizás, pasar por alto el ser culpable.
Las grandes polillas chocan con la lámpara en el techo del gran salón
ellas, a las que les gusta revolotear, no necesitan
cumplir su destino
en este suave resplandor
que es también mi luz

Llamo a mi amada y los sapos croan.
Un pájaro lanza un chillido en la noche.
Las campanadas del domingo se deslizan sobre el
espejo del río. Por las colinas de los viñedos se eleva
su redondo sonido. Flota ligero sobre los campos
para luego quedarse quieto frente a los bosques. Ahí,
en la soledad, ni los venados silenciosos, lo escuchan.
Son los llamados de los invisibles
se deslizan con el sol ascendente sobre los
campos de maíz, atontados por el calor
abrasador. Son los aviones, no necesitan
campanas. Respiran flotando en el aire
al abrir la ventana, el brillo rojo marrón
de la luna sobre los viñedos. Tan lánguido
que parece ser de la tierra.
Logré trabajar algo. La luna está muy arriba,
verde y helada, lejos de mis suaves colinas.
Debo reunir fuerzas contra su silencioso alejamiento.
Una nube la cubrirá. Añoro el sonido del reloj
del pueblo al dar la hora; acercarme a su suave
ritmo, propicio para las citas y para ir a dormir.

ERNST SAEMISCH