MÉXICO Y LA SERPIENTE

Saemisch llega a México en 1964 con su compañera Gertrudis Zenzes. En 1971 nace su hijo Canek. La familia Saemisch se establece en Valle de Bravo, donde la luz y el color de México, sus paisajes y habitantes, pasan a ser protagonistas centrales de las nuevas creaciones, y donde el artista retoma la representación de la figura humana, cargada ahora de significados renovados.

Durante este periodo, el artista inicia una intensa relación con escritores como Mariana Frenk-Westheim, Efraín Huerta, David Huerta, Alejandro Aura, Eligio Calderón, José Antonio Alcaráz y René Avilés Fabila, así como con los artistas Rufino Tamayo, Gunther Gerzso y Mathias Goeritz.

Fascinado por las culturas originarias y atraído por la naturaleza mexicana, Ernst recorre varios estados del país, donde convive con el mundo indígena y campesino.

En Tierra Caliente, entregado al poder del sol y enfrentándose al silencio de las montañas, tiene diversos encuentros con la serpiente, a partir de los cuales desarrolla una temática que lo persigue obsesivamente; así surge la serie El hombre y la serpiente.

Animal sagrado, protector del monte, de sus aguas y ríos, deidad generadora de la vida e ícono fundacional de las mitologías mesoamericanas, Saemisch incorpora a la serpiente a su obra en calidad de guardiana del sueño, pues gracias a su intervención “el hombre encuentra su autonomía respecto a la creación divina”.

El arte antiguo de México me cautiva por la intensa
espiritualidad elemental con que es transfigurada la existencia
humana y puesta en una conexión cósmica. Ejerce sobre mí una
fascinación que me transforma y transforma mi pintura.

ERNST SAEMISCH

Siempre me guió el deseo de acercarme a
fenómenos primigenios. El encuentro con la
serpiente fue el cumplimiento de este anhelo.

ERNST SAEMISCH