El último mural pintado en San Ildefonso, La epopeya bolivariana y los Libertadores de América, fue un encargo de Pedro de Alba, entonces director de la ENP, a Fernando Leal, con motivo del centenario de la muerte de Simón Bolívar en 1930. Para entonces, cada uno de los muralistas fundadores seguía su camino y la situación política había cambiado con el paso de Vasconcelos a la oposición política del régimen, el asesinato de Álvaro Obregón y el largo Maximato de Plutarco Elías Calles; sin embargo, la figura política más emblemática del largo lapso de tiempo que llevó a Leal pintar este mural fue Lázaro Cárdenas.
Con un ambiente político muy diferente al del año 22, pero bajo el influjo vasconcelista grabado en el escudo Universidad Nacional donde solo se representa el mapa de América Latina, Leal plantea, por medio de una revisión de las independencias, que en Latinoamérica el despojo continúa operando, pero ahora por la vía de la tecnología; una invasión ejercida por Estados Unidos, una moderna sociedad en expansión.
La obra obedece a una organización dialéctica de la historia: La infancia de Bolívar, tesis; La muerte de Bolívar, antítesis, y La batalla de Junín, síntesis, más una secuencia de seis murales dedicados a los Libertadores de América: Francisco de Miranda, José Artigas, José María Morelos, Alejandro Petión, Francisco Morazán y José de San Martín. Leal invita a los espectadores a luchar por la liberación de los oprimidos y la justicia social, lograr la soberanía y construir la alianza entre las democracias afines. La realización le llevó a Leal alrededor de doce años. La primera parte la pintó entre 1930 y 1933, y la segunda, entre 1938 y 1942.