Luz Jiménez, modelo de la Escuela al Aire Libre de Coyoacán, invitó a Leal a la peregrinación al santuario de Chalma, que la comunidad de Milpa Alta realizaba los primeros días del año, para pedir favores al Cristo Negro que allí se venera.
La experiencia dio pie al mural Los danzantes de Chalma —realizado con la técnica del encausto— en el que se observan diversas escenas de la celebración religiosa. Los danzantes ataviados con máscaras y penachos de vibrantes colores, portando instrumentos musicales, invitan al espectador a adentrarse a un mundo festivo de sonidos, olores y ritmos.
El capitán de los danzantes es un autorretrato de Fernando Leal quien, con la mirada en trance, observa el mural de enfrente, La Masacre en el Templo Mayor, en el que recíprocamente, Jean Charlot se autorretrata al lado de Leal y de Diego Rivera, quienes contemplan ambas escenas, generándose así, en el cubo de las escaleras un juego de espejos y un cruce de temporalidades.
“[…] deseaba, a toda costa, pintar algo más genuinamente mexicano, escogí una escena moderna de danzantes en el interior de una iglesia, convenciéndome a mí mismo de que dicha escena bien podía simbolizar la persistencia de la idolatría indígena, a través de los ritos católicos, y llegar a ser, de ese modo, el complemento del tema adoptado por mi vecino de pared.”
Fernando Leal en El renacimiento del muralismo mexicano
1920-1925