Participante de la Escuela de Pintura al Aire Libre de Santa Anita desde los 15 años y luego de la de Chimalistac en 1920, Ramón Alva de la Canal eligió, bajo acuerdo con sus compañeros muralistas, pintar en San Ildefonso el momento en que el catolicismo fue impuesto por los europeos en tierras americanas, narrado en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo.
Luego de la derrota de los mayas de Tabasco, los españoles recibieron como obsequio a un grupo de mujeres, entre las que se encontraba la Malinche, a quienes bautizaron, “las primeras cristianas que hubo en la Nueva España”. Antes de partir, Cortés pidió montar una gran cruz sobre una ceiba que los caciques locales debían cuidar junto con una imagen de la Virgen.
Esta escena, que Alva ubica al pie de dos carabelas, encarna parte del hispanismo de Vasconcelos. Los gestos y vestidos de las mujeres retratadas corresponden con la idea de una pacífica evangelización y oculta las características étnicas de las mujeres indígenas y su violenta asimilación al cristianismo.
Frente a este conjunto contrasta una pareja al pie del mural: un hombre con el torso desnudo y una mujer despeinada que le da la espalda a las demás mujeres; ambos personajes parecen rechazar el mensaje de la cruz que atraviesa la escena como una inmensa espada.
El mural puede entenderse como una representación conceptual, no directamente relacionada con un mensaje histórico-narrativo. La cruz juega un papel doble; por un lado, une el sector superior e inferior, y por otro, divide la escena diagonalmente, lo cual permite generar un contrastante dinamismo a partir de la paleta de colores y de las formas geométricas, una constante en la obra de Alva, especialmente en las realizadas dentro del movimiento estridentista.
Hacia 1926, como director artístico de la revista vanguardista Horizonte, empleó su habilidad aprendida del grabado para resaltar la oposición del blanco y el negro en detrimento de los detalles superficiales.
“Mis comienzos fueron en la Academia de San Carlos, pero tuve una orientación seria en la Escuela de Pintura al Aire Libre de Coyoacán, que dirigió Alfredo Ramos Martínez, con el grupo formado por Fermín Revueltas, Fernando Leal, Francisco Díaz de León, Emilio García Cahero, Rosario Cabrera y otros. […] Él fue un gran animador impulsándolos al trabajo, recomendándonos siempre seguir nuestra manera personal de ver las cosas” […]. Fue en esa escuela donde se iniciaron los primeros pasos del muralismo.”
Ramón Alva de la Canal, 1981
“No se nos había dado ningún tema para que lo desarrolláramos. Esto nos hubiera facilitado el camino. Por fin, decidimos ejecutar dos temas sobre la conquista de los españoles. Escogí la implantación de la cruz sobre la primitiva religión azteca."
“Recuerdo que los más se inclinaron por la encáustica, influidos por el sistema que seguía Diego Rivera; tanto Revueltas como yo convinimos en emplear el fresco para realizar nuestros proyectos. Así fue que cada uno compramos una tonelada de cal y una camionada de arena. No sabíamos que un barril de cal nos hubiera bastado.”
“Para mayor contratiempo, tuve un error en los dibujos del proyecto. Los había agrandado y me sobraba como medio metro; de haberlo pintado así, no me hubiese alcanzado el muro. ¿Qué hacer? Con el tiempo encima, nervios, sin el suficiente sosiego, me dispuse a pintar y a componer directamente sobre el muro, sin hacer más caso al proyecto primitivo, pintando figuras que imaginaba delante de la pared.”
Ramón Alva de la Canal, 1946
“[…] el pintor no ve el mundo con los ojos prácticos del común de las gentes, y mucho menos con la precisión real y exacta de la cámara fotográfica, sino que, apartándose de la realidad, considera las formas, los colores, las líneas y los matices, las transiciones de luz, que se manifiestan en los fenómenos visibles como elementos posibles de su arte y las mismas cosas del mundo externo, como los bosques, las praderas, las nubes, el agua y el cielo, son para él elementos cromáticos y luminosos.”
Ramón Alva de la Canal, 1981