De 1923 a 1924, Orozco pintó murales alegóricos de la masonería como Cristo destruyendo su Cruz, Tzontémoc y Maternidad, donde representaba la lucha del hombre por abrirse nuevos caminos, así como su renacimiento espiritual.
Enlazando las arcadas del patio principal, José Clemente pintó brazos enarbolando la hoz y el martillo, propios de la iconografía comunista.
En julio de 1924, en pleno ascenso del callismo, Vasconcelos renunció a la SEP, por lo que los muralistas que aún trabajaban en San Ildefonso —Orozco y Siqueiros— se vieron obligados a renunciar, impugnados también por una desafiante opinión pública representada por los sectores conservadores de profesores y estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria.
Luego de su expulsión, Orozco consiguió volver a San Ildefonso en 1926 para continuar la tarea: destruyó la mayoría de las alegorías masónicas para sustituirlas por temas ligados a la Revolución como La Trinchera, La huelga, La destrucción del viejo orden y Trinidad revolucionaria. La consecuencia trágica de la guerra revolucionaria será también su tema central a lo largo de los murales del segundo piso. En la escalera principal de San Ildefonso, Orozco pintó el emblemático mural de Cortés y la Malinche, franqueado por con otras obras alusivas a la acción franciscana en el proceso de Conquista y a la evolución de la técnica y la construcción del México antiguo al moderno, con lo que aportó una cohesión narrativa al conjunto iniciado por Jean Charlot (La Masacre en el Templo Mayor) y Fernando Leal (Los danzantes de Chalma). La obra de Orozco en San Ildefonso es el resultado de una historia de correcciones, destrucciones y reelaboraciones.
“La verdadera obra de arte, del mismo modo que una nube o un árbol, no tiene que hacer nada con la moralidad ni con la inmoralidad, ni con el bien ni con el mal, ni con la sabiduría ni con la ignorancia, ni con el vicio ni con la virtud [...]. Una pintura no debe ser un comentario sino el hecho mismo; no un reflejo, sino la luz misma; no una interpretación, sino la misma cosa. No debe connotar teoría alguna ni anécdota, relato o historia de ninguna especie. No debe contener opiniones acerca de asuntos religiosos, políticos o sociales: nada absolutamente fuera del hecho plástico como caso particular, concreto y rigurosamente preciso.”
José Clemente Orozco, 1923
“Lo que vale es el valor de pensar en voz alta, de decir las cosas tal como se sienten en el momento en que se dicen. Ser lo suficientemente temerario para proclamar lo que uno cree que es la verdad sin importar las consecuencias y caiga quien cayere. Si fuera uno a esperar a tener la verdad absoluta en la mano o sería uno un necio o se volvería uno mudo para siempre. El mundo se detendría en su marcha.”
José Clemente Orozco,
Carta a Justino Fernández, 31 de agosto de 1940
“[...] y sin salir de la manera abstracta que he adoptado, voy a hacer una pintura agresiva y violenta, una verdadera pintura de combate como debe ser en nuestra época [...]”
José Clemente Orozco,
Carta a Vasconcelos, 1924
“La pintura mural se inició bajo muy buenos auspicios. Hasta los errores que cometió fueron útiles. Rompió la rutina en que había caído la pintura. Acabó con muchos prejuicios y sirvió para ver los problemas sociales desde nuevos puntos de vista.”
José Clemente Orozco, 1945