UN CAUDURO ES UN CAUDURO, (ES UN CAUDURO)
Todo lo externo al centro hegemónico es una periferia. Cauduro consideró esto cuando pintó ángeles mercenarios, seres monstruosos, castigos bíblicos, muros de calaveras y personajes excluidos de la sociedad, como los migrantes o los mártires, dispuestos a dar la vida por una verdad.
Como en el contexto social y político, las periferias se muestran críticas, rebeldes y sacrílegas. Los personajes monstruosos y angelicales se reúnen en un mismo plano de horror/belleza que es posible solo fuera de la realidad férrea, inamovible y absoluta del centro supremo.
1994
A. Altar: 244 x 179 cm
Técnica: óleo, acrílico y óxido/ metal con un óleo de cristo sobre tela enrollada y cadena de fierro
B. Arco: 310 x 220 cm
Técnica: óleo y óxido/ metal
C. Penitente 1: 97 x 70 x 90 cm
Óleo y óxido /placa de fierro
D. Penitente 2: 117 x 70 x 70 cm
Óleo y óxido /placa de fierro
E. Penitente 3: 126 x 70 x 50 cm
Óleo y óxido /placa de fierro
F. Penitente 4: 117 x 70 x 72
Óleo y óxido /placa de fierro
La obra de Cauduro está marcada por lugares limítrofes en donde varias realidades conviven. El retablo de los éxtasis manifiesta este lugar en la experiencia mostrando una cara piadosa en el exterior, mientras su naturaleza interior debe ser domada para cumplir con las expectativas del mundo.
La rebeldía de Cauduro se manifiesta de manera importante en los temas religiosos. Siempre educado en escuelas católicas, utilizó el arte como catarsis. La serie de Sodoma y Gomorra ilustra, además de los horrores del pasaje, a los ángeles tan característicos del artista: bellos y perversos, cumpliendo la sentencia de Dios.
Los tzompantlis son piezas icónicas en la producción de Cauduro. Utilizados en la época prehispánica como estructuras para colocar los cráneos de los sacrificados, hoy desconocemos su intención original. Para el artista son portadores de un mensaje poderoso: nos recuerdan que la vida es riesgosa, pero más riesgoso es no aventurarse en ella.