En 1922, pintó en el cubo de la escalera del Patio Chico de la ENP, El Espíritu de Occidente, una mujer alada rodeada de conchas de mar y formas abstractas, que resultó incomprensible para sus contemporáneos. A partir del fresco, Mujer con rebozo, Siqueiros reivindicó el mestizaje por medio de la representación de una pareja que reflejara dos mundos: San Cristóbal, el santo de los viajeros con un niño Dios en brazos, y su contraparte, Adelita, una mujer india.
Lleno de dudas, pero con la misma ansia de darle forma a sus postulados, comenzó a preparar el techo del segundo tramo de las escaleras, pero más ocupado en sus tareas políticas con el recién creado sindicato (SOTPE) y bajo la necesidad de pintar solo de noche, sin la presencia de los estudiantes que no cejaban de interpelar a los artistas, su obra quedó inconclusa.
El 15 de julio de 1924, ya bajo el gobierno de Calles, la SEP decidió despedir a Orozco y Siqueiros, debido al constante rechazo de los estudiantes, maestros, críticos y periodistas que los acusaban de colaborar con el “feísmo”.
““La comprensión del admirable fondo humano del “arte negro” y del arte “primitivo” en general dio clara y profunda orientación a las artes plásticas perdidas cuatro siglos atrás en una senda opaca de desacierto; acerquémonos por nuestra parte a las obras de los antiguos pobladores de nuestros valles, los pintores y escultores indios (mayas, aztecas, incas, etc.); nuestra proximidad climatológica con ellos nos dará la asimilación del vigor constructivo de sus obras, en las que existe un claro conocimiento elemental de la naturaleza, que nos puede servir de punto de partida.”
“Desechemos las teorías basadas en la relatividad del “arte nacional”; ¡universalicémonos!, que nuestra natural fisonomía racial y local aparecerá en nuestra obra, inevitablemente.”
David Alfaro Siqueiros, 1921
“Siqueiros atrae terremotos y catástrofes como el papalote de Franklin a los relámpagos. Los manifiestos surgen de él como el ectoplasma exuda por los poros de un médium; sus textos, llenos de clichés políticos, son más vivaces que los de Marinetti, y tan perturbadores como los de Breton”
Jean Charlot, El renacimiento del muralismo mexicano 1920-1925