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Contenido

Este nudo que fui (inextricable
de cóleras, traiciones, esperanzas,
vislumbres repentinos, abandonos,
hambres, gritos de miedo y desamparo
y alegría fulgiendo en las tinieblas
y palabras y amor y amor y amores)
lo cortarán los años.

PRESENCIA Lívida luz

Un cielo sin fronteras

En el centenario del nacimiento de la escritora, académica y diplomática Rosario Castellanos Figueroa, se presenta la exposición Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos: archivo inédito, que rinde homenaje a una de las voces más poderosas y lúcidas de la literatura mexicana del siglo XX.

El legado de Rosario Castellanos se extiende a diversos géneros como la poesía, la novela, el ensayo, la dramaturgia y el periodismo, donde profirió una crítica aguda a las desigualdades y a la exclusión social con lucidez, valentía y sensibilidad. Con una mirada crítica e innovadora logró articular, desde la literatura y la reflexión filosófica, una visión compleja y profundamente humana de la realidad mexicana.

La exhibición ofrece un descubrimiento a su dimensión más íntima, revelando aspectos poco conocidos de su vida a través de documentos, objetos personales y fotografías mantenidas en resguardo por su hijo, Gabriel Guerra Castellanos, quien los comparte generosamente, conformando un archivo único que se presenta por primera vez al público. Asimismo, incluye las ediciones originales de sus libros, una selección de audios y otros materiales audiovisuales.

 

 

Empieza a oscurecer. Es hora de regresar a Comitán. Apenas llegamos a la casa busco a mi nana para comunicarle la noticia.
—¿Sabes? Hoy he conocido al viento.
Ella no interrumpe su labor. Continúa desgranando el maíz, pensativa y sin sonrisa. Pero yo sé que está contenta.
—Eso es bueno, niña. Porque el viento es uno de los nueve guardianes de tu pueblo.
Balún Canán

 

Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos invita a mirar el mundo a través de sus ojos, a redescubrir su figura desde una perspectiva cercana, profunda y reveladora. Su voz sigue interpelando a nuevas generaciones de lectoras y lectores, con una obra que combina sensibilidad, rigor y un pensamiento crítico que no ha perdido vigencia, muestra de ello es Diana del Ángel, Sara Uribe, Andrea Reyes, Jazmina Barrera y Olivia Teroba, escritoras, académicas e intelectuales cuyo trabajo ha dialogado con su obra.

Organizada en el marco de la Fiesta del Libro y la Rosa 2025 por la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, a través de su Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura,

 

la Cátedra Extraordinaria Rosario Castellanos de Literatura y Géneros, y la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, en colaboración con el Colegio de San Ildefonso y sus instituciones mandantes –UNAM, Gobierno de México y Gobierno de la Ciudad de México—. Cuenta con el apoyo del Gobierno del Estado de Chiapas y 12 instancias universitarias: Fundación UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Filológicas, Revista de la Universidad, Instituto de Investigaciones Bibliograficas, Biblioteca Nacional de México, Hemeroteca Nacional de México, Universo de Letras-Sistema Universitario de Lectura, TV UNAM, Voz Viva de América Latina, Filmoteca UNAM y Teatro UNAM.

1925 - 1939

Su modo de ser río,
de ser aire

Rosario Alicia Castellanos Figueroa nació en la Ciudad de México el 25 de mayo de 1925. Su familia se encontraba de paso y a las pocas semanas retornó a Comitán, Chiapas, donde transcurrió su infancia y el inicio de su adolescencia.

Su entorno afectivo estuvo conformado por su padre, César Castellanos, un ingeniero civil formado en Estados Unidos y dedicado a la producción de sus ranchos El Rosario y Chapatengo, ubicados al noroeste y suroeste de Comitán, respectivamente.

Su madre, Adriana Figueroa Abarca, quien trabajaba dirigiendo las labores del hogar en ambas fincas. Su medio hermano, Raúl Castellanos, nacido en 1919; y su hermano menor, Mario Benjamín Eugenio Castellanos, quien vino al mundo en 1926 y falleció inesperadamente en 1933.

Esta trágica pérdida sumió a la familia Castellanos en una profunda tristeza e hizo de Rosario una niña solitaria y melancólica que halló refugio en los libros y la lectura. Muchos años más tarde, la autora ficcionalizará la muerte de Mario Benjamín en su ópera prima narrativa Balún Canán.

Al término de su instrucción primaria, ingresó a la Escuela Secundaria de Comitán, comenzó a escribir versos y publicó su primer poema infantil en la revista Paquín. Semanario Infantil Ilustrado.

El periodo de la reforma cardenista (1934-1940) significó para César Castellanos la ocupación de El Rosario, la desventajosa y apresurada venta del predio y, como sucedió con muchos terratenientes de la época y de la zona, la inevitable migración a la capital del país. Para Rosario fue diferente, la reforma agraria se tradujo en el despertar de su conciencia social, así como en los trazos iniciales de una mirada y una escritura capaz de hacer visibles las injusticias, violencias y opresiones sobre los pueblos originarios.

1939 - 1947

Yo ya no espero,
vivo

En 1939, tras los grandes cambios que la Reforma Agraria y el postcardenismo plantearon para el país, la familia Castellanos se trasladó a la Ciudad de México. A su llegada, Rosario se incorporó al tercer año de secundaria en la escuela inglesa Helena Herlihy Hall y cursó la preparatoria en el Colegio Luis G. León, en la colonia Roma. Ahí conoció y se hizo muy cercana a Dolores Castro, quien fue una de sus mejores amigas a lo largo de su vida y una de las poetas mexicanas más relevantes de su generación.

En 1944 se inscribió en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México y también consideró la licenciatura en Letras, sin embargo, rápidamente desistió e ingresó en la carrera de Filosofía, la cual tenía su sede en la Casa de los Mascarones, un edificio del barroco novohispano ubicado en la colonia Santa María la Ribera, donde impartían cátedra pensadores y escritores como Samuel Ramos, José Gaos, Eduardo Nicol, José Luis Martínez, Julio Torri y Agustín Yáñez.

 

Vivió su época universitaria rodeada de amigos y colegas como Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez, Augusto Monterroso, Emilio Carballido, Sergio Magaña, Luisa Josefina Hernández, Jaime Sabines, Miguel Guardia y Sergio Galindo. Fueron años de viajes y aprendizajes; por ejemplo, con Dolores Castro y otros compañeros estudiantes asistió en 1946 a un ciclo de conferencias organizado por la Universidad de San Carlos en Guatemala.

Al mismo tiempo, la joven poeta empezó a publicar tanto en periódicos locales de Chiapas como El Estudiante (a partir de 1942) y Acción (a partir de 1946), como en la Revista Antológica América, dirigida por Marco Antonio Millán y Efrén Hernández, en la que comenzó a colaborar en 1943, sembrando así la semilla de su fructífera trayectoria como escritora.

1948 - 1957

Mujer de palabras

Un cielo sin fronteras

Rosario Castellanos: archivo inédito

Exposición

Un cielo sin fronteras

Rosario Castellanos: archivo inédito

Exposición

Un cielo sin fronteras

Rosario Castellanos: archivo inédito

Exposición

Un cielo sin fronteras

Rosario Castellanos: archivo inédito

Exposición

Un cielo sin fronteras

Rosario Castellanos: archivo inédito

Exposición

Un cielo sin fronteras

Rosario Castellanos: archivo inédito

Exposición

En 1948, la muerte intempestiva de sus padres se tradujo en una súbita orfandad. En ese mismo año publicó su primer libro, Trayectoria del polvo, y meses más tarde apareció Apuntes para una declaración de fe, su segundo poemario. La obra poética de Castellanos cuestionó el origen y el sentido de la existencia, al tiempo que planteó su interés en la vida cotidiana y doméstica a través de la ironía, como un modo de resistencia y desacato ante los mandatos de género.

En 1950 se graduó como Maestra en Filosofía por la UNAM con la tesis Sobre cultura femenina, además de que recibió la beca del Instituto de Cultura Hispánica y, en compañía de Dolores Castro, viajó en barco a España para estudiar Estética y Estilística en la Universidad de Madrid.

Tras su regreso, a finales de 1951, fue nombrada promotora de actos culturales en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas en 1952.

Su proyecto de trabajo incluía organizar una biblioteca, desarrollar un cineclub y ciclos de conferencias, editar una revista y dirigir un grupo teatral. Sin embargo, una repentina tuberculosis truncó sus proyectos; le fue necesario viajar a la Ciudad de México para su convalecencia. En 1953, año en que las mujeres obtuvieron el derecho al voto en México, su carrera de escritora avanzó un paso más al hacerse merecedora de la beca del Centro Mexicano de Escritores para el período 1953-1955.

En 1954 participó en la antología generacional Ocho poetas mexicanos, grupo integrado por la propia Rosario, Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo, Dolores Castro, Efrén Hernández, Honorato Ignacio Magaloni, Octavio Novaro y Javier Peñalosa. En 1956 regresó a Chiapas para trabajar como jefa del Teatro Petul del Instituto Nacional Indigenista y dedicarse a recorrer de manera profunda las zonas indígenas de los Altos de Chiapas.

1958 - 1974

Ese relámpago
momentáneo

Rosario Castellanos retornó a la Ciudad de México en 1957, año en que aparece su primera novela, Balún Canán, a la que siguió Oficio de tinieblas (1962). Más adelante dio a conocer sus libros de cuentos Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971). Su narrativa expuso las estructuras de poder de las violencias y desigualdades que vivían las comunidades indígenas y las que experimentaban las mujeres de su tiempo, tanto en la esfera privada como en la pública.

En 1958 contrajo matrimonio con el filósofo Ricardo Guerra, a quien había conocido en sus años universitarios. En 1961 nació su hijo, Gabriel Guerra Castellanos y fue nombrada jefa de información y prensa en la UNAM, además de desempeñarse como catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras. De 1966 a 1967 viajó a Estados Unidos como profesora visitante en las universidades de Wisconsin, Indiana y Colorado; esta experiencia quedó registrada en su literatura epistolar publicada en el volumen Cartas a Ricardo (1994).

 

En 1966 apareció Juicios sumarios, que compilaba sus ensayos inéditos hasta entonces. Más tarde llegaron Mujer que sabe latín... (1973) y El mar y sus pescaditos (1975). Su obra ensayística planteó una revisión crítica sobre el quehacer literario de su época, así como una aguda reflexión sobre las problemáticas educativas, sociales, políticas y económicas de ese momento.

En respuesta a la matanza de estudiantes perpetrada el 2 de octubre de 1968, escribió el poema “Memorial de Tlatelolco”, que más tarde incluyó en su libro En la tierra de en medio (1972).

Posteriormente, a inicios de 1971, pronunció el discurso “La abnegación: una virtud loca”, en el Museo Nacional de Antropología e Historia, en el que reflexiona acerca del trato inequitativo para hombres y mujeres; ese mismo año se divorció de Ricardo Guerra. A la par, de 1963 a 1974 colaboró en el Excélsior como articulista. Entre otros reconocimientos a su labor como escritora recibió el Premio Chiapas (1958), el Premio Xavier Villaurrutia (1960), el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (1962), el Premio Carlos Trouyet de Letras (1967) y el Premio Elías Sourasky de Letras (1972). Rosario Castellanos falleció a los 49 años, en 1974, cuando se desempeñaba como diplomática y docente en la ciudad de Tel Aviv, en Israel. Su legado literario e intelectual la sitúa como una de las escritoras y pensadoras mexicanas más importantes del siglo XX.

Exposición organizada por la Dirección de Literatura y fomento a la Lectura de la UNAM
en el marco de la Fiesta del Libro y la Rosa 2025