Johan Falkman aceptó, desde temprana edad, los signos y símbolos que permean sus retratos.
En sus obras podemos reconocer al sujeto retratado, pero no porque sea una copia fiel, sino porque es la concepción que de él nos ofrece; con sus honduras psicológicas, su penetrabilidad o su inaccesibilidad, su desnudez mental y espiritual, logradas con pinceladas sueltas, gruesas, largas que, como si fuera una toma instantánea, nos brinda una mirada a la identidad del retratado, desde la interpretación del pintor, de la alteridad de su observación.