LA CONQUISTA EN LAS PINTURAS OFICIALES

Los hechos ocurridos a comienzos del siglo XVI en una parte del territorio de lo que hoy conocemos como México, englobados en lo que se conoce como “La Conquista de México”, eran susceptibles de ser considerados relevantes y utilizados como parte del relato de nación por parte de dos de estos nuevos Estados-nación, el español y el mexicano.

Somos lo que nos contaron que somos, en palabras y en imágenes.

El primer cuadro sobre la Conquista importante en el imaginario histórico mexicano va a ser El Senado de Tlaxcala de Rodrigo Gutiérrez, pintado en 1875 cuando ya el relato de nación liberal se había impuesto claramente al conservador. […] Representa la discusión entre los dos Xicoténcatl, padre e hijo, con Maxixcatzin a propósito de la propuesta de Cortés de una alianza militar para atacar Tenochtitlan.

Un hecho histórico que, a la altura de 1875, tenía una lectura directamente relacionada con la reciente guerra contra los franceses, la colaboración con el enemigo y la traición como origen de los males de la patria, con los dos Xicoténcatl, quienes se oponen a la alianza con Cortés, como héroes indiscutibles, de pie y en el centro de la única zona iluminada del cuadro.

No es Cuauhtémoc quien está siendo torturado en ella, es la nación mexicana la que sufre estoica la crueldad de unos conquistadores que han conseguido vencerla, pero no someterla.

Representa al nobilísimo defensor de los indios, al sublime fraile humanitario que consagró su vida a defender a los vencidos contra la bárbara crueldad de los vencedores. El P. Las Casas entra en un teocali y se presenta a su vista un espectáculo pavoroso y desgarrador. Al pie del ara en que se levanta todavía el ídolo azteca y que permanece adornada con la cadena de flores que acababa de depositar allí la mano del infeliz e ignorante adorador indio, yace el cadáver de éste, traspasado por las espadas españolas. [...]

Una infeliz india [...] se abraza a los pies del apóstol como demandando protección y éste, teniendo en las manos la cruz, la cruz del verdadero evangelio, símbolo de la bondad y del perdón, levanta los ojos al cielo, con una indignación sublime como una queja inmensa.

Están presentes todos los elementos de lo que va a ser la visión canónica de la Conquista en el imaginario mexicano: la crueldad de los conquistadores, la destrucción de los indios, que son los nuestros, y el papel benéfico de la Iglesia, en particular del padre Las Casas. La paradoja de una nación hija del mundo prehispánico, pero con la religión y también la lengua de los conquistadores, a lo cual no se hace referencia en la pintura. Los imaginarios no son necesariamente coherentes.

Las pinturas inspiradas en la llegada de los conquistadores al altiplano mexica se volvieron cada vez más frecuentes y con una visión cada vez más negativa y sangrienta. Como si asistiésemos al nacimiento de una imagen que se fuese volviendo más nítida, mejor enfocada, en cada nuevo cuadro, con la distinción entre ellos (los conquistadores) y nosotros (los conquistados) dibujándose en cada nuevo cuadro con mayor nitidez y precisión.

Representa un episodio de aquella feroz carnicería llevada a cabo traidoramente por Cortés, a causa de la denuncia hecha por la fatal Doña Marina, su barragana y su espía. Dos soldados españoles [...] altos, pálidos, de catadura feroz y cruelísima, acaban de asesinar en el atrio de un templo o en el patio de un palacio a hombres, mujeres y niños, cuyos cadáveres yacen ensangrentados acá y acullá; los han despojados de ricas alhajas de oro que examinan con mirada codiciosa, teniendo aún en la mano y tinta en sangre la espada asesina.

Una india joven, aterrada hasta el estupor, hasta el tedio, se ve en primer término [...]. Y luego, en segundo término los muros de un vasto edificio, las estatuas aztecas, las calles, escombros, algo en que se adivina la destrucción y la matanza.

Para el imaginario mexicano [la Conquista], y eso estaría reflejando la pintura de historia mexicana, es uno de esos episodios históricos claves en la definición de la nación; se trataba nada menos que de decidir si la nación mexicana era la heredera de los conquistadores o de los conquistados, de la colonia o de la época prehispánica.

En el proceso de invención de España, el Estado español acabó considerando como específicos y definitorios del ser nacional español: carácter imperial y espíritu caballeresco y guerrero, principalmente. Cuando Cortés aparece representado en un cuadro de historia español del siglo XIX no está simbolizando el hecho concreto de la Conquista sino el carácter imperial, belicoso y caballeresco de la nación española.

La batalla de Otumba de Antonio Gómez y Cros, una especie de apoteosis de Cortés, en el centro de la composición, enarbolando el estandarte azteca que le entrega uno de sus soldados y con su caballo pisoteando los cadáveres de los derrotados guerreros nahuas. La imagen más triunfalista de la Conquista presentada como tan sólo un capítulo más de la historia de una nación de guerreros y conquistadores.

Tomás Pérez Vejo, 2020

Guatimocín, último emperador de Méjico y su esposa son presentados prisioneros ante Hernán Cortés. Eusebio Valdeperas, 1866. Museo de Historia de Madrid

Tomás Pérez Vejo, 2020

El Senado de Tlaxcala. Rodrigo Gutiérrez, 1875 INBAL MUNAL

Tomás Pérez Vejo, 2020

Tomás Pérez Vejo, 2020

El suplicio de Cuauhtémoc. Leandro Izaguirre, 1893. INBAL MUNAL

Ignacio Manuel Altamirano, 1883

Fray Bartolomé de las Casas.
Félix Parra, 1875, INBAL MUNAL

Tomás Pérez Vejo, 2020

Tomás Pérez Vejo, 2020

La matanza de Cholula, Félix Parra, 1877, INBAL MUNAL

Ignacio Manuel Altamirano, 1883

Moctezuma recibe a Cortés, Juan Ortega, 1885, INBAL MUNAL’

Tomás Pérez Vejo, 2020

Tomás Pérez Vejo, 2020

La batalla de Otumba, Manuel Ramírez Ibáñez, 1887, Museo del Prado, Madrid.

Tomás Pérez Vejo, 2020

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